Me molesta cada mañana
ver tu cara en la almohada
y el monótono café
olvidado en una taza.
Me molesta que al volver
quieras desaparecer,
perdida la mirada
con la excusa preparada.
Sé muy bien adónde vas,
sé muy bien con quién estás,
sé que el otro te dará
lo que en mí no buscas ya.
Sé que te marcharás,
que la maleta llenarás
con tus mentiras.
Sé que no volverás,
que el café se quedará
sin beber en la cocina.
Nadie habló del sabor,
ése que deja el amor
cuando se vuelve amargo.
Caricias en el salón,
besos en un rincón
durmiendo su letargo.
Vacía está tu almohada
y, en una gota derramada,
una lágrima olvidada