Le pido al cielo que llueva,
que el agua empape la tierra,
que al levantar los ojos,
las gotas resbalen a chorros.
Soy campesino
que la tierra ha de labrar.
No soy peregrino,
tengo un sitio donde estar.
Mueren las hierbas secas,
al suelo nadie alimenta.
Hinco mis rodillas
buscando las semillas
del millo ya plantado,
de las papas a su lado,
de las cebollas que no crecen,
de mis esperanzas que se desvanecen.
Lluvia que antes corrías
por barrancos y cañadas,
pero ya de ti
poco queda o nada.
Por las casas te metías
y los muros saltabas.
Regabas los campos
rompiendo en un quebranto
las aljibes ahora vacías.
Ya no se ríe de alegría,
en la calle ya no hay charcos ….
¡Qué suenen los truenos
y los relámpagos estallen,
que diluvie en este desierto,
no permitas que te callen!
Que del campesino dueña eres
y, sin el agua, se muere.