Por Gregorio Barreto Viñoly
Del trabajo de fincas realizado antiguamente por nuestros mayores
El trabajo y disfrute de las fincas ha sido en nuestro entorno una de las actividades más importantes que ha habido, ya que el laboreo y disfrute de las fincas ha sido el principal medio en que los pueblos del interior o rurales se han movido.
Antiguamente, todas las fincas estaban carentes de arena, como una capa volcánica que se vino a poner en los terrenos, como una forma de salvación a la pertinaz sequía en que estábamos sometidos, aunque en realidad no lo fue, porque la escasez de lluvias en nuestra isla ha sido algo normal, a que hemos estado acostumbrados desde siempre, y fue a partir de la percepción del efecto de las cenizas de los volcanes de Timanfaya en los terrenos, algo que fue calibrando que la capa de arena era beneficiosa para la producción de cultivos, allá después de los años de 1740.
No obstante, a finales del siglo IX se notaba por algunos agricultores que el efecto de los bagullajes o de arenas gruesas, e incluso ripiajes, proporcionaban un efecto positivo a los terrenos, notándose con su aprovechamiento precario una mejor producción en los cultivos.
Los terrenos antiguamente se cultivaban todos mediante la aplicación del arado de camello o de burro, para cultivarlos, y fue a partir del conocimiento y llegada de la arena cuando se empezó a notar la necesidad de otras herramientas, y así nació la azada para hacer surcos, y también por el año de 1915 apareció un nuevo instrumento o herramienta agrícola, que era la denominada tanganilla, inventada por el entonces vecino de Mala Don Juan Perdomo Méndez, que se fue extendiendo llegando a generalizarse en la isla.
Había entonces una necesidad de preparar los terrenos para generar una mayor producción, y así la gente fue trabajando o mejorando los que tenían, y de forma general primero se fueron atendiendo los terrenos de gavias o de vega, los que se cultivaban como vega, pero el resto se fue mejorando según se fuera pudiendo, primero mediante el aprovechamiento de los animales domésticos como los camellos y los burros, pero ya a partir de los años de 1920 se incrementó muchísimo el trabajo en la mejora de los terrenos, que se utilizaron para el transporte de tierras para el empolvillado y para el transporte de las arenas, para cubrir las superficies con una capa de unos diez centímetros para mejor conservar la humedad, como algo comprobado científicamente.
Para el trabajo de fincas, había que desplazarse a ellas bien en animales o muchas veces andando, y se decía por los trabajadores que les mataba más el hecho de la caminada de ida y vuelta a la finca que el propio trabajo de la finca.
Todavía se puede apreciar esos tremendos trabajos que llegaron a realizar nuestros mayores, llegando a hacer paredones hasta en lo más alto de nuestras montañas, porque había que labrarse la comida, y si no, había que emigrar a América.
Uno de los trabajos muy fuertes que hicieron nuestros mayores fue el trabajo de esos terrenos de Malpaís, que el Ayuntamiento vendió por el año de 1915, donde se formaron unos viñedos envidiables, si bien no tenían tierra debida y se pusieron viejos.