Por Gregorio Barreto Viñoly
De los trabajitos pasados por nuestros antiguos viejitos
Cuando ahora valoramos mucho el hecho de la existencia de la Seguridad Social Médica, el montante de las Pensiones, los Centros de Acogida como las Residencias de Mayores, públicas y también las privadas, los Hospitales y los Centros de Salud, las Asociaciones de Mayores, los médicos de asistencia pública, como también los de asistencia privada, y otros medios al alcance de los ancianos, sin embargo precisamente ahora y desde no hace mucho tiempo, se presenta para los mayores el problema de que ya las mujeres trabajan en forma asalariada, y ya no es como antes, y ahora se hace complicado el mantener a los mayores en el seno del hogar, y se tiende a internarlos en algún Centro, bien oficial o de pago, o se paga a una cuidadora para que los atienda.
Pero queremos hacer un recuerdo a la forma de vida y las calamidades por las que pasaban las personas mayores, y pensemos que apenas había médicos, y si había alguno, había que pagarle su consulta, ya que no existía la Seguridad Social, y había que pagar todas las medicinas y practicantes, y por ende, no habían pensiones de vejez, como tampoco existía la ONCE, para atender a los ciegos, y el ciego que llegara a viejo, era considerado un mendigo e implorara la caridad.
La persona mayor de antes tenía que trabajar toda su vida, porque no había ayuda de ningún sitio, ni había medios de acogimiento en ningún centro, y solo la familia o algún vecino le podía echar una mano para ir saliendo del paso, sin esperanzas de que la cosa mejorara, porque la situación era deplorable.
Antes era muy popular el refrán de que “El que de nuevo no trabaja, de viejo muere en la paja”, y se llevaba a la práctica, pero las fuerzas tienen un límite.
Antiguamente, la situación del mayor y pobre era la de ir a pedir limosna, y se oía con mucha frecuencia en la calle, esta frase de “Deme una limosnita por Dios”, y si recibía algo, el mendigo decía “Dios se lo pague”.
Aunque parezca difícil de creer, fue durante la contienda de la guerra civil de 1936 cuando asomaron dos halagadoras vías de acogimiento a las personas más desamparadas, como la raquítica Seguridad Social mediante pago de cuota y la Organización Nacional de Ciegos, y así bajo el mando de Franco, en 1938 fue asomando apenas la Seguridad Social, aunque muy discriminada, y la ONCE apareció el día 13 de diciembre de dicho año de 1938, que mejoró grandemente la vida de los ciegos.
Hay que figurarse el que cuando una persona entonces llegara a vieja, aunque lo hiciera con cierta salud, si concretamente estaba aquejada de sordera, que era muy frecuente, porque no había audífonos, los ciegos porque eran unos desvalidos sin amparo, y los tantos jorobados que había se tenían que conformar con ser cada vez más corcobados, porque no había otro remedio, pues no había prótesis ni operaciones de cadera, ni de rodilla, que remediaran la situación, y había que seguir remando.
Para paliar un poco la situación antes de que llegara el seguro más generalizado, los Ayuntamientos tenían unos padrones de Beneficencia, que acogía a muchas personas más necesitadas, y en el año 1958 hubo un intento de establecer en Haría un seguro privado por un médico, llamado ‘La Iguala’, como la Península, que no llegó a fraguar.