Por Gregorio Barreto Viñoly
Evolución de las antiguas chozas de antes a los cuartos de aperos de ahora
Resulta que antes se construían muchas chozas en nuestros campos y era normal que se hicieran en una finca bastante grandita, mayormente si se trataba de una ubicada en un fondo de piedra volcánica, porque así se contaba con más facilidad con la piedra que iba a hacer falta para hacer la choza, la cual se levantaba a veces en forma redondeada interiormente, con poca altura, de menos de dos metros, y algunas veces su techo terminaba de una forma cilíndrica, acabada en cucurucho, aunque otras veces se hacía en forma de un cuarto normal, cuadrado, con techo de pequeñas vigas o palos, con tablas, paja y muchas veces con una capa de tegue o tierras impermeables encima.
Estas chozas eran muy necesarias porque eran un lugar donde se podía meter la gente en casos de frío, de lluvia, e incluso de calor, y algunas veces servía para meterse dentro el grupo de gente que iba a trabajar a la finca y comer con tranquilidad en un zoco. Esas chozas antiguas fueron motivo de guarecerse la gente ante las grandes inclemencias del tiempo que a veces reinaban en la zona, incluso algunas veces con amenazas de rayos, aunque realmente solían hacerse estas chozas sin puerta, pero eran suficientes así.
Tampoco estas chozas estaban dotadas de un pequeño depósito, como un aljibe, y solo se pretendía tener un lugar para entrar y salir, pero no para quedarse en ella. Ahora, cuando realmente ni se trabaja en los campos, como la gente tiene un poco más de dinero para emplearlo en hacer algo que le llenan los caprichos, se fue empezando a hacer unos pequeños almacenes o cuartitos, llamados como cuartos de aperos, y realmente ese es el destino, tener un cuarto donde guardar las herramientas o aperos de labranza bajo llave, y además ahora contando con un pequeño aljibito para tener un poco de agua fresca si se deseara emplearla en algo, especialmente hacer alguna comida e incluso tomarla, y la verdad es que se han hecho muchos cuartos de aperos en nuestros campos, unos con permiso, pero la mayoría sin contar con una licencia para hacer la obra, pero así y todo, son muchos los que se han decidido a hacerlo como sea, y lo han logrado, aunque se hallen en la ilegalidad.
No parece tan malo que la gente se haya decidido por construir sus pequeños cuartos de aperos, porque, consiguiendo un capricho, se ha cubierto su gusto, y así, si la familia quiere cambiar de ambiente, se van al campo y disfrutan de un lugar donde hay techo, y se puede guarecer la gente ante las inclemencias del tiempo. Eso tiene la contrapartida de que es ilegal y los órganos de medioambiente y la policía se hallan al acecho de que se cumpla la ley, pero realmente no se trata de hacer mal a nadie ni causar perjuicios, lo malo es que luzcan esa edificaciones blancas en un paraje más bien negro, oscuro o ennegrecido, y al fin no se trata sino de modernizar las antiguas chozas de que disfrutaron nuestros antepasados, pasando de la piedra seca al bloque y consiguiendo un lugar más limpio, más higiénico y más cómodo para cumplir con lo que se pretende.