Por Gregorio Barreto Viñoly. Cronista oficial del municipio de Haría
Recordando aquellas calles antiguas de los pueblos rurales
Los que ya tenemos unos buenos años recordamos la fisonomía de nuestras antiguas calles en la totalidad de los pueblos, y que no se parecían para nada con lo que hay ahora, ya que hay que partir de la base de que antes las paredes exteriores de las calles no estaban ni bien hechas ni terminadas y además estaban muy poco cuidadas, con piedras caídas, y los firmes de dichas calles eran todos de tierra, no como el asfalto de ahora, con muchos hoyos y muchos altos y bajos, con morros, peñas y hasta algunos empedrados, y partiendo de ahí, que era lo normal en los años de 1920 a 1950, al menos, nos disponemos a hacer algunos comentarios en torno a ellas:
En algunos lugares de las calles solían buscarse las partes más anchas para emplazar por delante de algunas casas unos muros que se hacían de piedra seca, aprovechando las piedras más grandes y lisas para preparar los asientos en especial de las personas mayores, y se respetaban estas lajas para ellos, que solían ir de fijo a los bien denominados “cabildos” de antes, a modo de los “tagoror” de los guanches, o también de los denominados “dices”, de igual procedencia.
Delante de estos asientos de piedra, pero ya en la calle, muchos de los cabildiantes acudían en estado de muy cansados, después de trabajar todo el día, y se estiraban en el propio camino, sin problemas de tráfico porque no lo había, y algunos se quedaban hasta dormidos y a algunos otros había que despertarlos para que se fueran ya para sus casas.
Pero digamos que las calles estaban libres para circular por ellas solo los animales domésticos, aparte de la gente, como eran las cabras de los muchos ganados que había, los muchos burros, que eran el transporte más a mano que había y cargaban sementeras, en especial para las eras, y muchos otros servicios, y digamos de los camellos que eran la mayor herramienta de transporte que había entonces, que cargaban hasta 400 kilos, ya que no habían coches o vehículos de motor de ninguna clase, y solo había alguna bicicleta, con algún carro tirado por burros.
Digamos además que los animales domésticos que se custodiaban normalmente en las casas gustaban ellos mismos de por sí, aparte del interés de sus dueños, por soltarlos y echarlos a la calle para que se revolcaran, y todavía hay personas muy viejas que recuerdan de ver a los cochinos en las calles revolcándose en los muchos charcos de agua cuando se formaban y algunos hasta grandes, por las lluvias, que daba regocijo el verlos tan contentos, bañándose y moviéndose en estos charcos sucios enterregados a lo grande, pero los cochinos siempre han sido animales sucios, aunque su carne haya sido de lo más sabroso que existe, y muchas personas lo saben por haberlo oído a otras más mayores que ellas aún.
Hay que tener en cuenta que en estas calles antiguas había muchos talabardones o prominencias de tierra, que cada dueño de casa hacía para llamar las aguas para su acogida y es que entonces había un arbitrio sobre acogidas y desagües, que había que pagar cada año.
Digamos que esas calles antiguas tenían también un referente muy común, que era la consecuencia del paso de los animales como cabras, ovejas, burros, camellos y reses vacunas, que dejaban a su paso rastro de sus excrementos, y ello motivaba que personas más pobres habilitaran a algunos menores e incluso mayores de la casa para ir recogiendo los moñigos en cestos o cestas, que luego juntaban con el estiércol de la casa y así el montón se hacía más grande, y así llegaban a vender este estiércol y se hacían con algunas pesetas o reales por ello, que significaban un pequeño renglón para los ingresos de la casa, o lo enterraban.