Balcón de Haría

gregorioPor Gregorio Barreto Viñoly. Cronista oficial del municipio de Haría

 

De cuando los caciques hacían cantar al personal al coger higos en higueras

 

Actualmente nos hallamos en una situación en que los árboles frutales se encuentran en un estado de total abandono, aunque no obstante se vean algunas frondosas higueras y bonitos durazneros, naranjeros y almendreros, y ello es un gran desfase con la época que vivimos en nuestro entorno no hace tantos años, y digamos que hasta los años de 1960 nuestro arbolado era muy cuidado y daba mucho fruto y se mimaba y respetaba su cosecha como algo muy importante para el hogar, e incluso para efectos de venta, en especial como fruta pasada.

 

De entre este arbolado podemos destacar uno, que era la higuera, que nos daba infinidad de cosecha y que hasta los años de 1950 fue defendido de tal forma que los caciques o dueños de higueras de entonces se protegían de los ladrones de esta fruta, ya que los higos se nos presentaban en muy distintas especies, y así teníamos higos colorados, que eran los más abundantes, y dentro de ellos, había muy diferentes y variadas especies, pero estaba como de buena calidad el gomero, el vigariño o vigasote, pero sobresaliendo de todos ellos estaba la breva, que era de color negro, que se obtenía de nuestras breveras, pero también estaba el higo negro, aparte de otras especies, pero digamos, de una manera general, que el llamado higo de higuera ha sido muy sabroso, incluso exquisito, pero además muy alimenticio, y es que antes estos higos se cogían sanitos en su plenitud de sabor, pero que ahora y desde hace muchos años, estos higos se empiezan a destilar y ponerse blandos y se embichan, y eso ya pasa a ser muy desagradable para el paladar y para la salud, porque ya su estado no es el natural y en esas condiciones nadie se tira como antes a los higos, pero digamos que todavía se llegan a lograr los higos de las higueras mejor atendidas y limpias, como buenos.

 

Hay que considerar que estos higos, en el mes de agosto especialmente, eran un buen regalo para la casa y se comían desde la higuera y se iban los ojos ante su plenitud, y luego al degustarlo sentíamos una gran satisfacción y se ponían en los almuerzos especialmente, pero pensemos que había antes mucha gente más bien pobre, que no tenía higueras, que se la llevaba rondando algunas zonas abundantes y comiendo de todas las higueras que vieran a su paso, temiendo a los dueños que a veces hasta había una persona dentro, como el dueño, vigilando la higuera, con unos palos o hasta un horquetón, aunque fuera sólo para meter miedo, pero así escapaban en los veranos algunas personas que tenían poco que comer, y pensemos que se presentaron muchas denuncias concretas a personas que entraran en sus higueras y llegaban a juicios en el Juzgado, y en tiempos de los Guardas Jurados hubo desagradables episodios, que vale más ni recordarlos, con denuncias y amenazas.

 

Pero un hecho muy destacado en la antigüedad era el que los caiques que tuvieran muchas higueras, en los tiempos de la recogida de los higos, ello solo algunos, cuyos nombres vale más no recordar, obligaban a sus peones y a sus peonas a que cantaran en los momentos en que estaban cogiendo los higos de las higueras, porque así el personal obrero no podía estar comiendo y cantando, lo que mirado hoy sorprende, pero fueron hechos reales, y hasta hace poco se sabía de personas concretas que practicaban estas disciplinas que los peones y peonas miraban muy mal, pero que se estuvo practicando hasta los años de 1940 y 1950.

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