El Ayuntamiento de Haría ha entregado a Alejandro Marrero Tabares el premio al ganador de la categoría Infantil del concurso de relatos ‘Voy a escribir de ti, Haría’, por el texto presentado por el niño titulado ‘El chucho es mi amigo’.
La alcaldesa de Haría, Chaxiraxi Niz, felicita al galardonado por su relato y valora que las generaciones más pequeñas se interesen por hábitos enriquecedores como la lectura y la escritura.
‘El chucho es mi amigo’
Son las 12:29, estoy esperando que suene el timbre. ¡Ring!. ¡Ring!. Recojo mis cosas y soy el primero en subir a la guagua que va del colegio de Arrieta a Punta Mujeres. Estoy súper feliz porque se acabaron las clases. Llego a mi casa y mi madre me está esperando a mesa puesta. Como a toda velocidad, cojo la caña y me voy a pescar al muelle de Punta Mujeres.
Últimamente había visto unas boguillas y unos sarguillos por esa zona. Echo unos lances pero no pica nada. De repente veo una mancha negra saliendo de la arena. Ha intentado comerse una boga por sorpresa. Al momento lo reconocí, era el chucho que había visto el verano pasado. Rápidamente recojo y me voy hacia el varadero de Punta Mujeres. Ahora le quité un poco de fondo a la caña por si acaso venga el chucho. Al final me vino bien porque había unos cuantos lisotes por la superficie. Ya eran las 6:30, así que me puse a limpiar los lisotes, las bogas… Mientras limpiaba un pescado, veo la mancha de antes. Decido darle tripas, no vaya a ser que me caiga al agua y él tenga hambre. Estaba limpiando un lisote cuando mi hermano me empujó por detrás. Caí al agua fría. El pescado se me había escapado, así que me hundo para cogerlo. Abro los ojos para buscar el pescado, cuando el mismo chucho me recuerda que está ahí. Del miedo suelto el pescado y voy nadando lo más rápido que puedo hacia la orilla.
Me sequé y seguí con lo mío mientras esperaba a que se fuera para coger el pescado. Al rato echo una mirada a ver si seguía ahí. Lo que vi no me lo esperaba, el chucho me estaba esperando en la rampa del varadero con el pescado arriba de él. Yo cogí el pescado y me puse a acariciar al chucho. Él ni se inmutó. Decidí meterme en el agua y darle tripas. Él, al contrario de lo que yo pensaba antes, era inofensivo. A partir de ese día me bañaba estuviera él o no, siempre que podía le daba tripas. Para mí, era un nuevo amigo.