Soy el vigilante cotilla
de la nena del salón,
sólo el café amargo me mantiene erguido,
apartado de mi jergón.
Soy aquel de la botella,
el que siempre se estrella
en las noches sin sol.
Soy el juez de tu pelo corto,
de tu sonrisa sin color,
soy tu único amor.
Soy el que corta los hilos de seda
de los vestidos de fiesta,
el que apaga las luces
de tu habitación.
Soy esa cara de niño que se perdió
en el cuerpo agotado,
en la tristeza al contado
y se sentó
en el sillón de los cansados.
Soy el de diario,
soy el tipo elegante, soy un señor,
soy el pringao
que dejó su huella
y luego se marchó.
Soy la cicatriz
que no te abandona,
soy el mal ejemplo,
la mala persona.
Soy el que ganó la paz,
aún estando olvidado,
soy el que hoy se sienta
en el sillón de los cansados.
Por: Reyes Maria Concepcion Betancor