Facundo nació
una noche de verbena
repleta de conjuros
a la luna llena.
Díscolo caballero,
no se quita el sombrero.
No le busca la fortuna,
no le encuentra el dinero.
Rompecorazones, conquistador,
todo un galán, todo un señor,
encantábale la fiesta
y a la mujer piropear
aún siendo parco en el hablar.
Penetrante la mirada,
escaso el andar,
poblado bigote blanco,
elegante a rabiar.
Qué tendrá Facundo,
qué tendrá,
que su nombre susurra
la brisa del palmeral.
Dicen que lo vieron
por rincones del lugar,
en bares y cafeterías,
con un vaso de vino
y una botella casi vacía.
En su ingenuidad, Facundo,
sabe que no recorrerá mundo,
pero se va de romería
entre timples, cantes y guitarras
con sus paisanos de Haría.
En su bolsillo no hay pañuelo
para las lágrimas secar
cuando todo el pueblo
grite su nombre al marchar.
Llega la víspera,
arde la hoguera,
Facundo siente el fuego
que quema ya sus piernas.
Y este ilustre personaje,
orgulloso se va
pensando que resucitará
en el próximo San Juan.
Por: Reyes Maria Concepcion Betancor