Por Reyes Concepción Betancor.
Parece bonita,
grande,
color azul oscuro,
con asas y ruedas,
una maleta normal y corriente,
mi maleta.
No me llevo las toallas sucias,
ni la ensalada que no acabé,
ni el desagüe del fregadero que se atasca.
No me cabe el humo del tabaco, no fumo,
no me llevo el cartel de luchadora
porque no sé si lo soy.
¿Mis zapatos?, por supuesto,
soy la única que camina con ellos.
Empaqueto mis virtudes y mis defectos,
dejo la puerta que cerró mis sueños.
Vendrá conmigo la quietud de las tardes,
los deseos de cumpleaños
y las olas del mar que jugaron con mis decisiones.
Me llevo el interruptor de la luz
que enciendo por las noches.
Cabrá la silla que ocupo en mi casa,
mi lugar en el lado de la cama,
los metros de mi pasillo,
las ventanas abiertas del patio,
los partidos de fútbol de mi equipo
y la novela de las nueve.
Inexplicablemente vendrán conmigo
las sombras de mi tristeza,
las respiraciones de quienes ya no respiran,
que me buscan con pereza.
Todo cabe en mi maleta
y, junto a mis camisetas de verano,
la gratitud de quienes me echaron una mano.